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Shell shock y la mirada de las mil yardas

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El 28 de junio se cumple un nuevo aniversario del atentando de Sarajevo que supuso el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Una guerra de trincheras de barro donde se mezclaba sudor, sangre, mugre y muerte. Y mucho ruido. Un sonido constante de explosiones, gritos, ametralladoras, crujir de huesos, llantos y quejidos de dolor. Locura fuera de toda humanidad o humanidad en su máxima expresión, según se mire. Muchos de los que volvieron a casa nunca regresaron. Se quedaron allí, atrapados en el Shell Shock o la mirada de las mil yardas.  
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Pervitin, adictos por la patria

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Hace unos años la revista Der Spiegel publicaba un artículo en el que se revelaban algunas cartas de soldados alemanes en el frente durante la Segunda Guerra Mundial. En una, el futuro escritor y premio Nobel Heinrich Boell escribía desde el frente, en 1940, a sus padres: “si es posible, por favor remitidme un poco más de Pervitin.”

Otro joven soldado destinado en Polonia en noviembre de 1939, también decía por carta a su familia: “Las condiciones aquí son duras, y espero que lo entenderéis si solo puedo escribiros cada dos o cuatro días. Hoy os escribo principalmente para pedir un poco de Pervitin…”.

Las condiciones son difíciles, escribir es muy complicado… está claro que el Pervitin es algo muy importante para ese soldado. Pero ¿qué es el Pervitin? Un vigorizante, una vitamina, algo que “te mantiene alerta”, enérgico y de buen ánimo.

O, siendo más preciso, metafentamina.

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Francisco de Carvajal, el demonio de los Andes

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Ayer fue 12 de octubre, Día de la Hispanidad, la fiesta nacional de España. Yo vivo en Barcelona, así que tengo 2 fiestas nacionales (Diada del 11 de septiembre) en un mes. Eso, además de un trajín, me provoca un inquietante dilema: todavía no he decidido cual de las dos fiestas me emociona menos.

Pero un día como hoy sí que da pie a pararse a aprender y reflexionar sobre la historia del país que por azar nos ha tocado. Una reflexión mesurada y con la mente abierta, alejada de ese orgullo que es más grande, y sospecho que pasa en todos los países, cuanto más se desconoce dicha historia. En este caso no puedo estar más de acuerdo con Gil de Biedma en que “de todas las historias de la Historia la más triste sin duda es la de España porque termina mal”. Termina mal para los de siempre. Siempre.

En el día de hoy se conmemora el encuentro de dos mundos y creo que no se puede negar la trascendencia que eso ha tenido en la historia mundial. El cómo se hizo ya es otra cosa; en el choque de civilizaciones siempre hay ganadores y perdedores. No podemos juzgar la historia con los parámetros éticos y filosóficos actuales. Si hoy día ir a ‘hacer las américas’ puede significar montar una puntocom de éxito, en otros tiempos esa posibilidad se ganaba, casi exclusivamente, a sangre y fuego.

Hoy quiero recordar uno de esos personajes de sangre y de fuego: Francisco de Carvajal, el demonio de los Andes. Seguir leyendo Francisco de Carvajal, el demonio de los Andes

Cuando Estados Unidos invadió Rusia

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Los planes militares no siempre salen bien, pero si además ni siquiera existen el asunto está condenado a salir mal. Desconozco si el 20 de agosto de 1918, recién desembarcado en Vladivostok, el general William Sidney Graves pensaba que acababa de entrar en la historia.

Lo que sí sabía es que acababa de desembarcar al mando de los regimientos 27 y 31 de infantería de los Estados Unidos, con unos 9.000 hombres en total, o sea, con una mano delante y otra detrás si el objetivo es nada menos que invadir Rusia.

Porque tenía que invadir Rusia pero sin que se notase mucho.

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Francisco de Cuéllar, náufrago en Irlanda

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Contra lo que dice la historiografía inglesa tradicional, el desastre de la Empresa de Inglaterra de 1588, también conocida como la Armada Invencible, no fue solamente obra de la marina inglesa, sino, muy mucho, de las tempestades y otros errores hispanos. De hecho, la mayor parte de las víctimas a manos inglesas fueron los exhaustos náufragos asesinados al llegar a la costa. Pero el náufrago del que voy a hablar hoy se les escapó a los ingleses. Franscisco de Cuéllar, logró salvar el pellejo y vivir para contarlo. La carta que dirigió a Felipe II contando sus desventuras  “que casi parecerá sacada de algún libro de caballerías”, según él mismo escribe, permaneció escondida trescientos años en la Real Academia de la Historia hasta que en 1884 fue rescatada. Si solo la mitad es verdad, su peripecia es asombrosa.
Como viene siendo tradicional con este tipo de personajes, Francisco de Cuéllar es más conocido en Irlanda que en la propia España. Se pueden visitar los lugares que frecuentó, cerca de Donegal, en el llamado “The Cuéllar Trail”. No hay personajes más olvidados en la historia oficial que los soldados derrotados.
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La tele se pone en plan letal

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Había empezado la semana viviendo un nuevo salto evolutivo. No lo digo por decir, había experimentado en mis carnes una sensación reprimida durante tantos años: por fin pude, una vez acabado el rollo, tirar el soporte de cartón al inodoro sin problemas. Mientras desaparecía de mi vista no pude evitar un sentimiento optimista y, por qué no, de cierto orgullo de género. Con el tubo desechable la humanidad había alcanzado nuevas cotas de desarrollo. Cierto es que enseguida me vino a la mente el inexplicable fracaso con los grumos del colacao, pero todo llegará. Vale, el nesquik dicen que no hace grumos pero, lo siento por ellos, no sabe igual. ¿Por qué no colaboran, por el bien común, e intercambian conocimientos? Si Merkel, Sarkozy y Papandreu pueden, con una teleconferencia, poner en marcha un futuro esplendoroso para Grecia, los señores y señoras de Colacao y Nesquik podrían aliviar también la tensión con su granito de arena. En tiempos duros todos tenemos que arrimar el hombro.

Pero hete aquí que al llegar el fin de semana  mi confianza vuelve a flaquear como un índice bursátil cualquiera. Andaba yo con la guardia baja, desayunando el sábado (tarde, como está mandado) mientras hacía zapping en la tele (deporte de riesgo donde los haya) y Zas, en toda la boca: Deadliest Warrior, El guerrero más letal. No daba crédito a lo que estaba viendo, un absurdo plagado de disparos en el que unos talibanes se enzarzaban a tiros con unos tipos con verdugos y ropa militar que según el programa eran miembros del IRA. Sí, como lo leen. Abajo había una puntuación de bajas en el combate que estaban teniendo por el control de un importante parking abarrotado de coches y furgonetas en pésimo estado. Comprobé que mi café era el de siempre y mi cigarro también. Ojiplático, no pestañeé hasta el final del programa. Por cierto, ganó el IRA con remontada final. Superemocionante.

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