El 7 de enero de 1961 la policía británica arrestaba a Ethel Gee. Ethel era una secretaria que en ese momento tenía 46 años y vivía modestamente en la isla de Portland, en Dorset. Una mujer gris que compartía habitación con su madre de 86 años, sin relaciones conocidas y con muy pocas amistades.
En el momento de su detención, en Londres, Ethel llevaba en su bolsa de la compra películas y fotografías de material clasificado, incluidos detalles del HMS Dreadnought, el primer submarino nuclear de Gran Bretaña; y su nuevo sistema de sónar.
Ethel “Bunty” Gee formaba parte del llamado Círculo de Portland. Junto a ella fue detenido Harry Houghton, compañero de trabajo y con el que mantenía una relación sentimental en secreto.
La pareja eran los únicos ingleses y los únicos que usaban sus nombres reales. Sobre los otros tres integrantes del grupo iremos más adelante, aquí la protagonista es Ethel, el miembro de menor nivel del grupo. O al menos eso es lo que declararon el resto de espías en el juicio.
Una vida gris
Hasta ese momento, la vida de Ethel Gee no había podido ser más anónima. Cada mañana, durante diez años, Ethel había estado bajando la colina desde el adosado donde vivía con tres parientes ancianos hasta su trabajo en el centro de investigación submarina ultrasecreto del Almirantazgo, el Underwater Detection Establishment (UDE).
Ethel siempre había ido justa de dinero. Nacida en una familia pobre, hija de un herrero, tuvo que dejar sus estudios a los 15 años y ponerse a trabajar. Desconozco qué ambiciones tenía en su vida, pero el trabajo y el cuidado de su madre y sus tíos era todo lo que tenía en un rincón del mundo, además, particularmente aburrido.
En aquel trabajo insípido en un edificio gris (convenientemente) perdido en ninguna parte, se investigaba un nuevo sistema de sónar para el primer submarino nuclear de la Royal Navy, algo que obviamente interesaba mucho a la URSS.
Y también en aquel edificio de oficinas, Ethel Gee conoció a Harry Houghton, el hombre que cambió su vida para siempre.
Cuando Ethel encontró a Harry
Harry Houghton era nueve años mayor que ella, con formación en la marina y afición a contar historias sobre su vida a Ethel y a quien quisiera escucharle en el pub; él pagaba las rondas que hicieran falta. Una nota de color en las largas tardes de Portland.
Hougthon estaba divorciado. Había sido acusado por su exmujer de ser un alcohólico que la maltrataba, incluso de un intento de homicidio –según ella había intentado empujarla por un acantilado– pero a Ethel no le importaba, a ella le trataba bien y, seguramente, la versión de Harry fuera otra.
Lo que no sabía Ethel al principio de su relación –que mantuvieron en secreto durante cinco años– es que hacía tiempo que Houghton espiaba para el KGB, a los que pasaba información sobre lo que se hacía en aquella base secreta. Había sido reclutado cuando estuvo trabajando para la Royal Navy en Polonia. Lo captaron primero los polacos en 1951, luego pasó a trabajar directamente con los soviéticos.
En 1953 fue destinado a la base de la UDE en Portland, donde conoció a Gee alrededor de 1955, en medio (¿o causa?) de la separación y divorcio de Houghton con su esposa.
La exmujer despechada
Desconozco si Ethel sabía algo que se publicó muchos años más tarde, en 2019. Pero aquel 1955, seis años antes de la detención del Círculo de Portland, la mujer de Hougthon había ido por tres veces al Almirantazgo a denunciar sospechas sobre su marido.
Aparte de la supuesta amenaza directa “Tengo que deshacerme de ti, sabes demasiado”, comunicó a las autoridades que su esposo tenía en casa paquetes con documentos marcados como “alto secreto” y que volvía de secretos viajes a Londres con fajos de dinero.
Pero el Almirantazgo consideró las acusaciones de la mujer como un poco fantasiosas y, sobre todo, producto del despecho por la separación y posterior divorcio de la pareja. Ya saben, una de esas rupturas que se encanallan y uno acusa al otro de intentar matarle o de espiar para los soviéticos.
Ethel Gee y el KGB
Lo que parece claro es que algo falló en el flujo de información, porque por otra parte a Harry Hougthon le había restringido el acceso a información en la base. Ese fue el motivo para que ser decidiera a dar el paso y proponerle a Ethel, con autorización de mayor nivel a documentos secretos, que se los suministrara.
A diferencia de otros espías británicos, por ejemplo Melita Norwood, ni Ethel ni Harry hacían esto por convicciones políticas o ideológicas. Houghton lo hacía por dinero. Respecto a Gee, no está claro. Ganó dinero con ello, que tras una vida entera de apuros económicos es un buen aliciente, pero creo que había otras motivaciones con aún más peso.
Lo que sabemos sobre la calidad del trabajo de espía de Ethel –bautizada “Asya” por el KGB– no es mucho, unos pocos documentos desclasificados por los rusos en los años 90 que se volvieron a cerrar.
Parece que fue en 1959 cuando Ethel logró sacar los primeros documentos sensibles. Los ingleses creen que la cantidad y calidad de la información de Gee fue apreciable. Según el Almirantazgo, la información transmitida desde Portland a Moscú fue clave en una nueva y más silenciosa generación de submarinos soviéticos.
El Círculo de Portland
En enero de 1960, en una reunión en un cottage que Houghton tenía en Weymouth (cerca de Portland) “Bunty”, como se hacía llamar Ethel, conoció a Gordon Londsdale, el enlace del KGB al que entregaban la información. Londsdale se hacía pasar por un canadiense que se dedicaba a vender máquinas de discos.
Aquellas salidas, como otras posteriormente a Londres, en las que Ethel y Harry se hacían pasar por un matrimonio tuvieron que ser momentos inolvidables para ambos. Sobre todo para Ethel. Huir de la mediocridad de Portland como una pareja clandestina con el primer amor de su vida, enredados en secretos oficiales, era un cambio radical con sus anteriores 30 años de vida.
Más tarde –tiempo después de que fuera detenido, juzgado y encarcelado– se demostraría que Londsdale era solo una identidad robada a un difunto. En realidad se llamaba Konon Molody, un ruso que había crecido en San Francisco, había vuelto de adulto a la URSS para luchar en la Segunda Guerra Mundial y que al final de la contienda había sido reclutado por el espionaje. Un héroe del espionaje soviético, con su sello y todo.
Los otros dos integrantes del círculo eran el matrimonio de Peter y Helen Kroger. Sus nombres reales eran Morris y Lona Cohen, estadounidenses al servicio del KGB desde la guerra mundial. En su caso sí eran comunistas convencidos. Los Kroger se hacían pasar por libreros especializados en antigüedades y su casa en Ruislip, un barrio al norte de Londres, era todo un centro de espionaje.
Tras ser detenidos se encontraron teclados para codificar mensajes, un transmisor-receptor de radio de largo alcance, material fotográfico y pasaportes falsos. Algunas de estas pruebas estaban tan bien camufladas que se destaparon tras nueve días de registros intensivos. También se encontraron, tanto en casa de los Kroger/Cohen como en la de Harry y Ethel, unos cuantos fajos de dinero.
Juicio y condena
El juicio comenzó el 13 de marzo de 1961. Durante el mismo, unos trataron de exculpar a los otros. Londsdale exculpó al resto: ni los Kroger ni Hougthon ni mucho menos Gee sabían que espiaba para el KGB, todo lo había hecho a sus espaldas.
Por su parte, Hougthon también se esforzó por quitar responsabilidad a su amante. Declaró que tanto él como Ethel Gee creían que Londsdale (Molody) era en realidad Alex Johnson, un comandante naval estadounidense que estaba probando la seguridad con la que los británicos manejaban la información que ellos les transmitían. Una especie de ‘penetration testing’.
Durante el juicio, Gee declaro que “a la luz de las pruebas, ahora veo que hice algo terriblemente malo, pero en ese momento no pensaba que estuviera cometiendo un delito”.
Pero las pruebas eran abrumadoras. Ya en 1959 la CIA había recibido información de un topo en Polonia alertando de filtraciones desde la base de Portland. Los norteamericanos se lo dijeron al MI5, que tenía bajo sospecha a Hougthon. El bueno de Harry no era muy discreto: ya iba por su segunda casa y el cuarto automóvil, aparte de otros gastos que no cuadraban.
El seguimiento les llevó a Ethel Gee; y estos dos, en sus viajes de “espías enamorados” a Londres, los condujeron al resto del grupo. Pruebas sólidas en las que pudieron documentar cómo Houghton entregaba un paquete y cómo la pareja hablaba con Londsdale con total familiaridad. Lonsdale les llevó a los Kroger.
Sentencias y cambio de cromos
En el juicio se establecieron condenas por orden de importancia de los detenidos, aunque luego la realidad fuera un poco diferente.
A Londsdale/Molody, el jefe del grupo, 25 años de cárcel. Cumplió tres, salió en 1964 en un intercambio de espías de alto nivel entre el MI5 y el KGB. A los Kroger/Coen les cayeron 25 años a él y 20 a su esposa. Cumplieron ocho, salieron en 1969 en otro intercambio de agentes con la URSS.
A pesar de los intentos de exculpar, o al menos atenuar, la participación de Ethel en el grupo como una mujer manipulada y que todo lo hizo por amor, el jurado no se lo tragó. Condenó a Ethel Gee y a Harry Hougthon a 15 años de prisión. Finalmente fueron liberados en mayo de 1970, con lo que cumplieron 9 años, más que el resto.
Desde la cárcel sigue la relación entre Harry y Ethel, en este caso obligatoriamente epistolar. Tenemos constancia porque, evidentemente, el MI5 leía todas sus cartas.
Por ella vemos que Hougthon está dispuesto a colaborar (¿dar nombres?) mientras Gee se mantiene inflexible. En una carta de 1962, Ethel le reprendió a Harry su falta de “agallas”; años después aún seguía en sus trece: «bajo ninguna circunstancia haría ningún tipo de trato con ellos«. Ella seguía manteniendo su inocencia.
Happy end para Ethel Gee
Lo que parece claro por la correspondencia entre ambos es que Hougthon no era una «agente Romeo« (no se pierdan esa historia, les gustará) y que el amor entre ambos perdura en la cárcel.
Son liberados en mayo de 1970. Tras pasar un tiempo juntos, se casan en 1971. Durante unos años dirigen una casa de huéspedes y luego se jubilan y se van a vivir a una urbanización; otra pareja anónima cogida del brazo un domingo cualquiera.
Gee muere en 1984, con 70 años; Hougthon unos meses más tarde. Dejan toda su herencia a una organización benéfica.
Al final de esta historia no me queda muy clara la implicación de Ethel Gee en todo este asunto. ¿Fue solo un peón o algo más, disfrazado de inocencia? Parece que la gris oficinista, como buena espía, se llevó algunos secretos a la tumba.
Sobre sus motivaciones también debemos suponer, sin certezas absolutas. La económica está ahí, los dos ganaron bastante dinero con el espionaje. Pero creo que el afán de vivir una aventura y el amor por Hougthon –símbolo también de esa aventura, que aceleró a lo bestia una vida insatisfecha– tuvieron un peso enorme en sus decisiones.
En noviembre de 1962, desde la cárcel, Ethel le escribió a Harry: “el poco tiempo que pasé contigo fue el momento más feliz de mi vida”.
Posts relacionados:
- 10000
- 10000Chistine Granville en realidad se llamaba Krystyna Skarbek. También se llamó Jacqueline Armand, alias Pauline. Krystyna/Chistine/Jacqueline era polaca y “la espía Favorita de Churchill”. Pero tras la guerra, Gran Bretaña la abandonó. Inteligente, aventurera, testaruda y muy valiente, Chistine Granville…
- 10000
- 10000
Relatos atrapantes ! Muchas gracias
Muchas gracias a ti. Me hace feliz saber que al otro lado hay alguien como tú a quien le interesan estas cosas que escribo.
Ya no se espía como antes…
No procedía, porque estaba claro, pero esperaba hasta el final que colaras la frase de “¿Para quién trabajas? 😂
Como siempre, un placer leerte.
Hola amigo, gracias por el comentario. Sabes que lo he intentado, pero no he podido colarlo 🙂 El «¿para quién trabajas? está, junto al «¿a qué nos enfrentamos?» en mi top ten de frases de pelis.