Una de mis historias favoritas de siempre es la de Abraham Wald y los aviones británicos durante la Segunda Guerra Mundial. El otro día alguien me la recordaba (a propósito del sesgo del superviviente) y me sorprendió que todavía no la hubiera explicado aquí, así que allá voy.
Puede que ya la conozcan. Durante la guerra el Centro de Análisis Naval del ejército estadounidense inició un estudio para mejorar la protección de sus bombarderos expuestos al fuego alemán en sus operaciones en Europa. Para ello hicieron una estadística de los daños que presentaban los aviones al volver a la base. Como no era operativo blindar completamente el avión, conociendo dónde se concentraban en mayor medida los impactos de las balas alemanas podrían reforzar esas zonas para aumentar su seguridad.
Hasta que llegó Wald, un matemático judío de origen húngaro que se ocupaba de estadísticas, y le dio la vuelta al razonamiento. No había que reforzar los lugares que presentaban más impactos sino los que no presentaban ninguno, ya que los aviones estudiados eran, precisamente, los que habían regresado con éxito.
La estadística había olvidado a todos los que no regresaron, los que habían sido derribados. Se habían centrado solo en los ganadores, los que habían sobrevivido. El razonamiento de Wald es lo que hoy día se conoce como el sesgo del superviviente.
Lo primero que me fascinó de la historia es la capacidad de Wald de abstraerse de la corriente de pensamiento de sus colegas y refutarla con una lógica tan sencilla como rotunda. Admiro profundamente a los wald que abren hacia dentro una puerta que llevas tantos años empujando sin resultado que te parece una pared.
El sesgo del superviviente fue, al menos en mi caso, una de esas puertas; aunque su utilidad práctica es limitada. Es liberador reconocerlo pero casi imposible evitarlo. Ello supone un esfuerzo sobrehumano. La verdad es que el sesgo del superviviente no deja de ser un razonamiento lógico destinado a nuestra propia preservación, el impulso superior del ser humano. Nos fijamos en qué hace el superviviente –imaginen aquellos hombres de Atapuerca, en un entorno tan hostil– para sobrevivir con él. Si una mujer de 116 años nos dice que su secreto es desayunar beicon todos los días tendremos que hacerle caso ¿no?
Esta limitación personal se agrava en una sociedad empapada de los mensajes de los medios de comunicación. Noticias y anuncios ponen su lupa en el superviviente y arrinconan los fracasos, con lo que provocan una visión distorsionada de la realidad en la que el éxito es cotidiano y parece muy fácil de alcanzar, basta con proponérselo. Memeces de tal calibre caen en mentes tiernas, de cualquier edad, y provocan catástrofes diarias. De las que no nos enteramos, claro.
Los sesgos cognitivos
La mente debe tomar decisiones rápidas y para ello busca los caminos más cortos y el mínimo esfuerzo. Y se acostumbra. El del superviviente no es más que otro tipo de sesgo cognitivo, esto es, un efecto psicológico que nos lleva a una distorsión de la percepción y a desarrollar, a partir de ahí, un pensamiento supuestamente lógico que no es más que una falacia. No es exactamente un prejuicio –el machismo que exagera las denuncias de mujeres falsamente maltratadas sí lo sería, por ejemplo– sino un proceso psicológico involuntario.
Hay un montón de sesgos cognitivos; el efecto de arrastre, encuadre, confirmación o el del falso consenso. Y, cómo no, el de la falsa vivencia, actualmente en sus pantallas del Ibex 35 y medios asociados usándolo a todo trapo. Encontrarán una explicación aquí con un ejemplo sobre leyes y puentes muy gráfico.
Supervivientes para todos
Uno de los ejemplos más usados para describir el engaño del sesgo del superviviente es el del Triángulo de las Bermudas, un hit del mundo del misterio que causó furor en los años 70 y 80. Se empezó a analizar al milímetro cada desaparición de barcos y aviones en aquella zona del mundo, algunas sin explicación convincente. Hasta que, pasado el furor, empezó a verse que allí no había más desapariciones inexplicables que en otros lugares del mundo. Simplemente allí había focos mucho más grandes.
El arte es otro de los campos abonados a esta interpretación sesgada. Da la impresión de que antes se hacían películas mucho mejores, por ejemplo. Dejando aparte la infantilización de Hollywood –en base a criterios comerciales– lo que ocurre es que solo han sobrevivido las perlas depuradas por el tiempo; películas que han ido pasando eliminatorias generación tras generación porque siguen siendo válidas. Un sesgo, en este caso, que me parece muy útil y que no entiendo como alguien puede despreciar, pero ese es otro tema. Lo mismo ocurre con la música, la literatura y el resto de las artes.
Porque el sesgo del superviviente es una trampa que condiciona nuestro pensamiento en todos los campos sociales: economía, política, deporte, arte, etc. Esas escuelas de negocios que estudian los casos de éxito, dando las claves del triunfo sin considerar que en la mayoría de los casos esas mismas claves acompañaron enormes fracasos anónimos. O esos padres admiradores de Messi que se empeñan en destrozar la infancia de su hijo, sin pensar en la cantidad de niños que compartieron vestuario con el argentino y no llegaron.
En manos de los gurús de la autoayuda el sesgo del superviviente es un arma de destrucción masiva de la capacidad crítica. Si tu aspiración es ser un líder deshazte de algún escrúpulo y encuentra inspiración en la biografía de Julio César; pero no te detengas mucho en el pasaje de Vercingétorix, derrotado y muerto con 36 años, no sea que se te cambie el foco.
Como el pensamiento es vago por naturaleza tendemos a solucionar los problemas por la vía rápida y en ese sentido el sesgo del superviviente es un caramelo para nuestro cerebro. Pero la realidad es mucho más compleja porque, entre otras cosas, está sujeta al azar. Así como la suerte no puede servir de coartada para todo, tampoco es un factor a despreciar, como suelen hacer los gurús del éxito. Ellos venden un método porque todos queremos un método, unas instrucciones que podamos entender y controlar. El azar no se puede entender ni controlar, así que no nos sirve. Pero también juega.
Por cierto, Wald murió, muchos años después de la guerra, en un accidente de avión.
Excelente descripcion del fenomeno…me tope por primera vez con el, leyendo EL CISNE NEGRO de Nicholas Nassim Taleb y refleja en muchos aspecto el facilismo con que se desean resolver muchos problemas, sin recurrir al analisis y observar sus caracteristicas fundamentales…solo vemos algun ejemplo parecido y copiamos sus metodos indiscriminadamente…lo vemos en el abuso de la estadistica por ejemplo, en las proyecciones de ventas en las empresas o en la planeacion ciega sin tener en cuenta el azar..
Muchas gracias Juan Carlos por el comentario, me alegro de que te haya gustado. Yo también llegué a la idea de hacer el post por El Cisne Negro. Hablando sobre el libro un amigo me recordó la historia de lo aviones, que tenía olvidada.
Los ejemplos de éxito nos pueden enseñar cosas, pero como tú dices hay un abuso, nos intentan vender píldoras de éxito prefabricado que nos pueden sentar mal si nos las tomamos de golpe. Algunos gurús del ‘coaching’ están haciendo mucho daño.
Jo, genial. Lo guarde. Yo preguntaba, desde hace poco, ¿cuantos famosos has visto hoy, ayer, los tres ultimos meses por la calle?Pues esa es la vida que nos venden. Y ahora esta historia, gracias
Muchas gracias Miguel Ángel, me alegro de que te guste. Por lo que me dices has sentido algo muy parecido a lo que sentí yo la primera vez que me encontré con la historia y el concepto.
Es lo que intento siempre en este blog, me hace feliz haberlo conseguido al menos una vez.
El cerebro es un enigma, me interesa la parte en que él mismo busca soluciones rápidas y con el menor esfuerzo posible. También recuerda más los eventos que causaron efecto en las emociones. Creo que de ahí deriva el auto sabotaje, no hay tal temor al éxito, sino un miedo terrible a estar expuesto a situaciones de estrés. El cerebro busca la comodidad y evita cualquier situación que te pueda poner «en peligro». Creo que la gente que tiene éxito sabe identificar y lidiar con el miedo que deriva de todas estas interpretaciones basadas en la experiencia. Es la gente que reduce el sesgo de supervivencia y se arriesga. Todos quieren el éxito pero no todos se atreven a caminar en un camino empedrado con el riesgo de caer y hacer el ridículo.
Solo por precisión histórica, Miguel.
El evento que describes se dió con la USAF en estados Unidos, no en Reino Unido con la RAF.
Abraham Wald emigró por la invasión Nazi en 1938.
Hola Roberto. Muchísimas gracias por la corrección, lo he comprobado y tienes razón, estaba mal. Ya está corregido. Creo que ahí se me fué y quizás por algún tipo de sesgo 🙂 di por hecho que eran los británicos, cuando no lo eran.
Lo dicho, muchas gracias por corrregirme el error. Un abrazo.