La hecatombe de los locos (L’hécatombe des fous) es el título de un documental francés. Dirigido por Elise Rouard, recupera una tragedia olvidada: la muerte, por hambre, de 45.000 enfermos mentales en los hospitales psiquiátricos del régimen de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial. No los alimentaron, los olvidaron. A 45.000 personas, que se dice pronto.
A esos muertos, acabada la guerra, los volvieron a olvidar.
«La hecatombe de los locos” quedó oculta por la alegría de la liberación y el mito de La Résistance. Pero es indudable la dejación de funciones de las autoridades –y quizás de la sociedad– que provocó la indefensión y muerte terrible de estos enfermos.
El debate posterior está en si fue una acción premeditada, un “exterminio suave” (l’extermination douce) o fruto de la incapacidad. O simple indiferencia. O las tres cosas.
Unos hechos y un debate que conviene tener presentes estos días.
La hecatombe de los locos
Primero, los hechos probados. Entre 1940 y 1945, los centros psiquiátricos públicos, dependientes del gobierno colaboracionista de Vichy bajo el mando del mariscal Pétain, dejaron morir de hambre a unas 45.000 personas. Quedaron abandonadas tras los muros. Las autoridades no cumplieron con su responsabilidad hacia unos conciudadanos que no podían valerse por sí mismos. Entre otras cosas, porque estaban encerrados.
Las cifras no pueden ser exactas, ya que las causas de la muerte a veces no están tan claras, o unas solapan a otras. Pero los estudios han conseguido consenso sobre el número. La investigación principal proviene de “La hecatombe de los locos: la hambruna en los hospitales psiquiátricos franceses bajo la ocupación”, publicado en 2007 por la historiadora francesa, especializada en sociología de la sanidad, Isabelle von Bueltzingsloewen.
En su estudio documenta cómo en ese período aumenta considerablemente el número de fallecimientos, especialmente durante los dos primeros años de la ocupación. Pero, sobre todo, son importantes las causas. El genérico “otras causas” deja de ser el principal en favor del de “debilitamiento” o “caquexia”. El último es el término médico más próximo a lo que la gente común entendemos por morirse de hambre.
Camille Claudel y Montdevergues
El estudio de von Bueltzingsloewen, como tantos otros, se quedó en el reducido cículo del debate académico. Ha sido la periodista Elise Rouard la responsable de rescatar para el gran público una tragedia de la que nadie quería hablar.
Rouard se encontró la historia por casualidad, en una exposición sobre la vida de la escultora Camile Claudel, que pasó los últimos 30 años de su vida en el psiquiátrico de Montdevergues. Es en ese momento cuando la periodista nota ese subidón tan particular al descubrir una historia que necesita ser contada. En este caso, la hecatombe de los locos.
Una historia ocultada. Tras la muerte terrible por hambre y frío, esas 45.000 personas –podrían ser su padre, su hermana o su tío– habían «desaparecido». No contaban para nadie, enterradas en un manto de silencio de más de 60 años. En 2017 el documental de Rouard los desenterraba para el público francés.
Tal había sido el olvido que Rouard tuvo que ilustrar el documental con dibujos. No encontró imágenes, más allá de 4 ó 5 fotos. Ninguna película. Ni durante la guerra ni tras la liberación, como sí se encontraron de los campos de exterminio nazis.
¿Importaban tan poco que nadie se tomó la molestia de documentar el terrible estado de abandono de esos enfermos? Apenas una foto, la primera de este post, que es más un grito de ayuda que una imagen ‘médica’. ¿Mala conciencia? ¿Las ‘pruebas’ fueron destruidas tras la guerra para no empañar la victoria?
Tras el documental, se inició el debate. ¿El olvido de esos presos fue intencionado, un ensayo de “exterminio suave” o simple incapacidad? En Francia hay quienes piensan que es lo primero.
En un reportaje en “Liberation”, a propósito del asunto, se recuerda la figura de Alexis Carrel y la importancia en aquella época de las teorías eugenésicas. Ideas consideradas en aquel tiempo no únicamente entre la derecha más clasista, sino también entre algunos círculos progresistas.
¿Exterminio suave?
El doctor Carrel era un eminente médico, premio Nobel de medicina en 1912 por sus trabajos sobre sutura vascular. Había hecho la mayor parte de su trabajo en Estados Unidos, financiado por la Fundación Rockefeller, muy interesada en la eugenesia.
Por resumir, la eugenesia pretende esterilizar a todos aquellos grupos degenerados (razas inferiores, vagabundos, discapacitados físicos e intelectuales,…) para lograr una raza más pura. En el fondo está la idea de no dedicar recursos en aquellas personas que no produzcan lo suficiente.
No se sorprendan, se escuchan ahora ideas parecidas de forma más o menos disimulada. Lo llaman «gasto» social y hay demócratas que dicen que no podemos permitírnoslos.
A principios del siglo XX en Estados Unidos se practicaba la eugenesia. Carrel se lleva esas ideas a Francia. Su libro “El hombre, ese desconocido” (1935), aboga por un nuevo orden social, liberado del igualitarismo y la democracia mediante la eugenesia y la segregación social.
El gobierno de Vichy nombra a Carrel director de la llamada “Fundación para el estudio de los problemas humanos”, en 1941. Las ideas filonazis de Carrel estaban generalizadas en el gobierno de Pétain.
De todas formas, La hecatombe de los locos no se puede comparar con el programa Aktion T4 alemán. Lo de Vichy vendría a ser algo mucho más limitado y discreto. Aprovecharían las circunstancias de la guerra para desentenderse de los enfermos mentales. Vendría a ser llevar a la práctica el odioso refrán de “no hay mal que por bien no venga”.
Colapso, no racismo
Pero hay otra parte de la sociedad francesa, y entre ellos la investigadora Isabelle von Bueltzingsloewen, que niega cualquier intención racista o eugenésica en «La hecatombe de los locos». Para ella, simplemente el país colapsó y se vio incapaz de proteger a los más débiles.
Las diferencias entre zonas rurales y urbanas, entre sexos, así como entre enfermos con dinero y sin él, apoyan esa opinión. Sencillamente, los sanatorios mentales quedaron completamente olvidados. No solo por las autoridades.
Las dificultades logísticas, los problemas de combustible y la rapiña de los recursos por los ocupantes nazis dejaron a los franceses con gran escasez de todo. La cartilla de racionamiento, evaluada por la Academia de Medicina, estableció 1.500-1.800 calorías por día, aunque se sabía que las necesidades promedio de un hombre adulto están entre 2.400 y 2.500.
Entre los franceses de a pie, con mayor o menor fortuna, eso se podía completar con ‘complementos’ conseguidos en el mercado negro. Pero los internos no podían recurrir ni al mercado negro ni a lo que von Bueltzingsloewen llama ‘mercado gris’: intercambio de productos manufacturados –zapatos, vestidos y otros objetos– por comida de las granjas.
Muchos otros no podían recurrir tampoco a lo que la investigadora llama ‘mercado rosa’: paquetes de alimentos enviados por parientes o amigos. Aquí los internos se enfrentaban a varios problemas. De entrada algunos no tenían familia: perdidos, prisioneros o muertos en la guerra. En otros casos, los familiares tenían serias dificultades logísticas. La escasez de combustible o vehículos, o las trabas burocráticas para moverse entre algunas zonas no lo ponían fácil.
Una durísima decisión familiar
Y en otros casos, más crueles, los familiares se enfrentaban a la propia pobreza. Apenas tenían para los que estaban fuera, había que elegir. Una elección terrible que en ocasiones les llevaba a dejar al enfermo mental fuera del reparto.
Otros, confiaron sinceramente que el Estado se estaba haciendo cargo de sus familiares. Pensaron que era imposible en la Francia del siglo XX que las autoridades pudieran dejar morir de hambre a personas que estaban a su cuidado. Aunque fuera durante una guerra.
Que no hubiera una política de exterminio general no hace a la política inocente. Los sanatorios privados o los enfermos que podían comprar alimentos en el mercado negro completaron su dieta y sobrevivieron. Los pobres, que dependían absolutamente del Estado, murieron de hambre. Las diferencias de clase saltan olímpicamente los muros de cárceles y psiquiátricos.
Algunos héroes anónimos
Von Bueltzingsloewen descubre que durante 1941 algunos responsable médicos empiezan a reaccionar, aunque chocan con la burocracia de Vichy. Hay quien se resigna a la evidencia y hay quien no.
Documenta casos como el del doctor Gaston Ferdière, del hospital psiquiátrico de Rodez, que hace lo imposible por alimentar adecuadamente a todos los internos, sin distinción. Incluso recurre al mercado negro, donde cambia las raciones de tabaco por comida. Para el trasporte clandestino utiliza una ambulancia conducida por un gendarme jubilado que se conoce todos los controles. Héroes anónimos de una guerra dentro de la guerra.
Finalmente, en diciembre de 1942, se concede un suplemento calórico a la dieta de los enfermos. A partir de ese momento, según von Bueltzingsloewen, el ritmo de muertes se va frenando y los casos menos graves se pueden recuperar.
Aunque 45.000 sigue siendo una cifra escandalosa. Indecente. Sea causa de ideas racistas/eugenésicas o sea pura desatención, la culpa de las autoridades no se borra. La prueba es el manto de silencio. El doble olvido: de sus vidas y de sus muertes.
El debate tampoco se borra. Estamos hoy día postrados ante el dios de la productividad. Quien no produce, quien no consume, no es digno de sentarse a la mesa.
Eduardo Galeano hablaba de Los nadies, “que no son seres humanos, sino recursos humanos”. Éstos no eran ni eso. Solo víctimas molestas que, parafraseando al poeta, “no figuraban en la historia universal”.
Sí lo harán en esta pequeña crónica. 45.000 recuerdos.
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Éste es uno de los tantos casos de ocultar la verdad, no tiene excusa alguna si la misión primordial es defender a los más débiles en circunstancias difíciles.
De acuerdo en que no hay excusa para ocultar la verdad, por difícil que sea. Y más en recuerdo de los débiles, es lo que intento en el blog.
Otra cosa son las circunstancias, que me hacen más difícil juzgar. En situaciones tan extremas no debe ser fácil tomar una decisión u otra. Sin dejar de considerar que está bien y qué está mal, no sería demasiado duro con los que las sufrieron.
Los que manejan los hilos, siempre, desde los comienzos, en todas las civilizaciones, los débiles hay que quitarlos de en medio, no solo no producen, gastan, cuestan dinero… sobran. Y sigue siendo así, los enfermos y los mayores son números, como todos, pero estos son ceros a la izquierda. Lo niños no, porque en un futuro pasarán muchos años cotizando, esos es solo cuestión de tiempo, así que paciencia. Pero vamos a darles un sistema educativo mediocre, para que solo puedan llegar a un puesto de trabajo corriente pero cotizante, y que no piensen mucho, mejor sin conocimientos, que luego tienen criterio propio y se vuelven muy díscolos. Así que el sistema de educación, mejor malo… uno tras otro. Y así, que vayan en racimos de tontos y se unan a la corriente del mogollón, que les controlaremos de maravilla poniendo toda la desinformación a su alcance, total… no van a pasar del titular, para qué, que pereza pensar, analizar, cotejar, reflexionar… mejor afiliarse a muerte a cualquier idea y desechar todo lo que venga del contrario, aunque sea bueno, como viene del otro lado, no vale… en fin, que me he ido del pasado al presente, derivando en mi poco entusiasmo por la raza humana.
Lo siento.
Por cierto, me he puesto el enlace al blog en pantalla de inicio del móvil. Me gusta cómo cuentas las cosas, buena redacción y sin que la opinión apasionada pueda manipular al lector.
Felicidades. Seguiré leyendo.
Atentamente,
Clara
En fin, que
Hola Clara. Muchas gracias por el comentario. Ya he visto que no estabas muy optimista cuando lo escribiste 🙂 No se puede estar todo el día y toidos los días enfadado/a, aunque, evidentemente, motivos hay. Pero tampoco se puede quedar uno/a indiferente tras leer esta historia, yo pasé bastantes horas cabreado mientras la trabajaba. En el fondo me gusta que te enfadaras (aunque perdón si te jodí la noche).
Si te pasas por más historias de mi blog verás que compartimos una visión un tanto pesimista pero, por aquello de compensar y seguir viviendo, procuro intercalar algunas historias menos tristes e indigninates. Incluso alguna hay con final feliz.
El objetivo es subir una historia nueva cada mes y, si es posible, algunos meses dos. De momento no doy para más. Aunque si has llegado ahora, tienes todavía ‘hemeroteca’ por leer.
Espero que te sigan interesando/indignando/sorprendiendo las nuevas historias, yo voy a intentarlo. Y, de nuevo, muchas gracias por tu comentario, ayuda a seguir dándole a esto.
Ubicarnos en el momento exacto del tiempo cuando ocurrieron los hechos.
Nos dará conciencia de lo que pasó
En la actualidad hay elección en las emergencias.
No puedo juzgar a nadie.
Hola Edyn, muchas gracias por pasarte por aquí y comentar. Me gusta mucho tu comentario pero, si me permites, no estoy muy seguro sobre eso de que podamos elegir las emergencias.
Con el resto, totalmente de acuerdo.