Tiempo lectura: 3 Un consulta médica en Japón en 2012. El paciente, de 69 años, se dirige al doctor en estos términos: “creo que estoy muerto, me gustaría conocer su opinión”. El médico, supongo que tras un momento de sorpresa, le hace ver que si estuviera muerto no podría estar hablando en ese momento. El paciente, efectivamente, no se lo explica, por algo ha ido a consulta. Lo imagino inquieto ante la falta de perspicacia del médico. Después de un año de tratamiento psicológico el paciente se recuperó. “Ahora estoy vivo, pero estuve muerto una vez”.
En 1990, un joven escocés tuvo un accidente de motocicleta en el que recibió una fuerte contusión cerebral. Salió del hospital convencido de que estaba muerto. Su madre lo llevó a Sudáfrica y el calor le confirmó que le habían llevado al infierno, mientras su cuerpo seguía muerto en Escocia.
En 2004, un británico de 48 años llamado Graham se despertó un día convencido de que estaba muerto. Meses antes, aquejado de una profunda depresión, había intentado electrocutarse en la bañera y por eso estaba seguro de que su cerebro había dejado de funcionar: “les decía a los doctores que las pastillas no iban a servirme de nada porque no tenía cerebro, me lo freí en la bañera”.
Dejó de fumar y de hablar, perdió el interés por comer, no tenía sentido para un muerto hacer nada de eso. Los médicos le sometieron a un escáner cerebral que les sorprendió. Mientras Graham estaba despierto e interaccionando con otras personas su cerebro mostraba una actividad similar a una persona anestesiada o en estado vegetativo. Tras el tratamiento, Graham empezó a mejorar y acabó sintiéndose vivo de nuevo, aunque “las cosas se ponen un poco raras a veces”.
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