Victoria Woodhull nace en 1838 en un pueblo de Ohio, la séptima de diez hermanos. Su padre, Reuben «Old Buck» Buckman Claflin, fue un emprendedor: vendía aceite de serpiente como remedio milagroso para todo tipo de males. También compró un molino ruinoso, lo aseguró por una gran cantidad de dinero y le prendió fuego. Lo pillaron y toda la familia tuvo que salir por patas del pueblo con lo puesto.
Con esos antecedentes quizás no fuera tan sorprendente que Victoria Woodhull acabara siendo medium, periodista, broker y política. Lo que sí es destacable es que se convirtiera en la editora de un medio feminista y en la primera mujer corredora de bolsa en Wall Street.
Pero, sobre todo, en la primera candidata a la presidencia de los Estados Unidos, cuando las mujeres ni siquiera podían votar.
Principios difíciles
A Victoria, como a la mayoría de las mujeres de su época (¿de todas las épocas?) los hombres no se lo pusieron nada fácil desde el principio.
Primero su padre, un pícaro que arruinó su infancia pero tal vez, sin querer, la preparó para afrontar las dificultades futuras. Los sobresaltos de su niñez le impidieron una educación formal. Viendo su carrera posterior eso habla muy bien de su curiosidad e inteligencia.
Luego su primer marido, un médico llamado Canning Woodhull, del que siempre conservó el nombre. Con ese matrimonio, cuando apenas tenía 15 años (él 28) Victoria salió de la sombra de su padre para acabar en una versión si acaso aún más oscura. El doctor Woodhull ni era doctor ni era un marido. No tenía ningún tipo de licencia ni estudios médicos y resultó ser un maltratador alcohólico y mujeriego.
Un nuevo golpe para una niña que tuvo que crecer muy rápido, con un esposo ausente y dos niños que mantener. Hizo todo tipo de trabajos, hasta que encontró en la magnetoterapia y el curanderismo una vía de ingresos suficiente como para divorciarse. Una decisión en defensa propia pero muy valiente en una sociedad que admitía el divorcio legal pero que a la vez estigmatizaba a las mujeres que recurrían a él.
En aquella época Victoria Woodhull ya empieza a defender ideas feministas, la igualdad de derechos y un cierto aire socializante en defensa de los oprimidos.
Medium y broker
Su hermana Tennessee “Tennie” Claflin siempre estuvo a su lado, eran inseparables. Con su ayuda, en 1866 Victoria empieza una etapa marcada por su ‘ascenso’ en el mundo espiritista y su vuelo en solitario, aunque apoyándose, qué remedio, en dos nuevos hombres que entran en su vida.

Este año se casa con James Harvey Blood, coronel retirado con el que comparte ideas avanzadas, y que le ayudará en su futura carrera periodística. El otro hombre es Cornelius Vanderbilt, un financiero que se había quedado viudo a sus 76 años.
En aquel tiempo Victoria se había mudado a Nueva York y empezaba a tener cierta reputación como médium en los ambientes espiritistas de la ciudad. Vanderbilt le pidió ayuda para contactar con su esposa fallecida; no se si lo logró, pero el caso es que Victoria y él sí conectaron en seguida.
El viejo Vanderbilt vio en Victoria lo que nosotros intuimos, una gran inteligencia y dotes comerciales, así que la apoyó para que montara, junto a Tennie, la Woodhull, Claflin and Co. una agencia de corredores de bolsa. De esta manera las hermanas se convirtieron en las primeras brokers de Wall Street.
También periodista y editora
No les fue mal, la prensa les llamaba “las reinas de las finanzas”. Con los beneficiosmontaron, en 1870, un semanario: el Woodhull & Claflin’s Weekly. En él plasmaron sus inquietudes emancipadoras.
Publicaron el Manifiesto Comunista, por ejemplo, y proclamaron sus ideas feministas, empezando por el derecho al voto de las mujeres.
También se manifestaron a favor de la libertad en el vestir, algo más importante de lo que parece (ver los bloomers, por ejemplo aquí ), del vegetarianismo, el espiritualismo y la mejora de las condiciones de los trabajadores.
El semanario apostaba por una educación sexual más avanzada y por la legalización de la prostitución. Aunque Victoria, particularmente, se había manifestado contra la misma; incluyendo en la etiqueta algo cotidiano en aquella época: los matrimonios por conveniencia.
Amor libre
También seguía su cruzada por el amor libre, pero no piensen en comunas con orgías regadas por drogas psicodélicas. En aquel tiempo ‘amor libre’ significaba que la mujer pudiera ser dueña de su cuerpo, tener o no tener hijos a voluntad; poder decidir siempre con quién disfrutar o no de relaciones sexuales o sentimentales. Algo mucho más complicado antes de los anticonceptivos.
“Si las mujeres pasan de la esclavitud a la libertad sexual, a tener el control y posesión de sus órganos sexuales, el hombre estará obligado a respetar su libertad”, escribió. Y también: “tengo el derecho inalienable, constitucional y natural de amar a quien yo quiera por el tiempo que pueda y ninguna persona ni ley está autorizada a intervenir en este derecho”.
Y claro, las llamaron putas. Tanto a ella como a su hermana las acusaron de ejercer la prostitución como medio de ascenso social. Nada nuevo bajo el sol.
Pero su ascendencia en el movimiento feminista crecía. Aunque algunas de las líderes – Susan B. Anthony, por ejemplo– desconfiaban de sus métodos y rechazaban sus ‘escandalosas’ ideas sexuales, la participación de Victoria en 1871 en la National Woman Suffrage Association (NWSA) y su defensa de que el derecho al sufragio femenino ya estaba implícito en un par de enmiendas de la Constitución le dio muchos apoyos en el sufragismo.
De hecho, Victoria Woodhull, siguiendo esa doctrina, fue la primera en realizar una petición formal del derecho al voto femenino ante el congreso de los Estados Unidos, acto que recogió la prensa de la época. Otra vez pionera.
Victoria Woodhull for president
Victoria iba siempre hacia adelante, así que el siguiente paso fue que un grupo escindido de la NWSA la nominara como candidata a la presidencia por el Partido por la Igualdad de Derechos (National Equal Rights Party). Era 1872 y, por primera vez, una mujer se postulaba como presidenta.
Era muy pronto para que demócratas y republicanos asumieran algo así, por lo que todo ello no dejaba de ser un acto simbólico. Más teniendo en cuenta que Victoria Woodhull se presentaba a unas elecciones en las que las mujeres aún no tenían derecho a votar.

Para ‘ahondar en la herida’, Woodhull completó el provocativo ‘ticket presidencial’ con la nominación para vicepresidente de Frederick Douglass, un antiguo esclavo autoliberado, activista abolicionista y una de las personalidades más influyentes de la época. Hay que decir que esta nominación no dejaba de ser una acción de marketing político ya que Douglass nunca participó en ella ni se dio por aludido.
A pesar de que todo el asunto estaba condenado a cierta irrelevancia, «el poder» siempre piensa que lo mejor que se puede hacer con los precedentes peligrosos es aplastarlos. Victoria Woodhull no pudo ser votada porque durante las elecciones tanto ella como su marido y su hermana Tennie estaban en la cárcel. Salieron 6 meses después por un defecto de forma, pasadas ya las elecciones.
En prisión por material obsceno
Ingresaron en prisión por publicar “material obsceno” en su semanario. Dicho material consistía en un artículo que no gustó a Henry Ward Beecher, pastor protestante en Brooklyn y uno de los enemigos declarados de las dos hermanas.
El Woodhull & Claflin’s Weekly, publicó que Beecher, defensor de una moral estricta, estaba cometiendo adulterio con una de sus feligresas, denunciando la hipocresía y doble moral del clérigo.
Fracasada la primera tentativa, Woodhull probó un par de veces más, en 1884 y 1892, ésta última vez con el apoyo de la Convención Nacional de Mujeres Sufragistas.
Por el camino se divorció de Blood, se fue a Inglaterra, se casó con un banquero y siguió dando conferencias y publicando escritos a favor del sufragismo. Murió en Inglaterra en 1927, así que aún le dio tiempo a presenciar cómo las mujeres conseguían el derecho al voto: en 1918 en Inglaterra y en 1920 en Estados Unidos.
Curandera, médium, bróker, activista, periodista, política, relacionada durante toda su vida adulta con empresarios y hombres de negocios, Victoria Woodhull es un personaje sorprendente.
Una mujer pionera con una visión de la vida adelantada a su época que se enfrentó una y otra vez al sistema desde dentro de él, exprimiendo sus posibilidades.
En un mundo trufado de vendedores de crecepelo ella fue uno más, jugando con sus armas para vender ‘su’ crecepelo. Un perfil que a una parte del feminismo le incomodaba pero que hace al personaje aún más fascinante.
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