Cuentan que un día, Joan Pich i Pon, un prohombre barcelonés, estaba con un grupo se señoras de la alta sociedad y quiso presentar a un familiar. “Aquí mi sobrino, que es sifilítico”. “Filatélico, tío, filatélico”, le corrigió el sobrino, aficionado a coleccionar sellos.
No era la primera ni la segunda metedura de pata de Pich i Pon, un personaje que se había hecho famoso por eso. Tanto, que sus peleas con el idioma habían creado una nueva palabra entre los barceloneses, las “piquiponadas”.