William Davidon había marcado la fecha en rojo. Aquel 8 de marzo de 1971, Muhammad Alí y Joe Frazier tenían una cita para pegarse ante más de 20.000 personas. Todo el mundo quería estar aquella noche en el Madison Square Garden de Nueva York o, en su defecto, pegados a la tele para verlo.
Alí y Frazier no solo representaban dos maneras diferentes de boxear, eran dos mundos diferentes. Frazier era discreto y disciplinado, el tipo que nunca se mete en problemas. Alí era puro talento, showman y activista; bailando entre problemas. Aquella pelea, que ganó Frazier a los puntos, ha pasado a la historia como El combate del Siglo.
Pero esta es la historia de cómo, en ese mismo momento, un grupo de activistas dirigido por William Davidon daba un golpe de izquierda directo a la mandíbula del FBI. En toda la cara de Hoover.
Victoria total por KO
Aquella noche, aprovechando que todo el mundo se había ido al boxeo, un pequeño grupo de pacifistas, dirigidos por Davidon, se colaron en una gris oficina del FBI de Media, un pueblo cercano a Filadelfia. De aquel pequeño despacho se llevaron cerca de 1.000 archivos comprometedores sobre la guerra sucia del bureau contra pacifistas y activistas negros.
El todopoderoso Edgar Hoover dedicó más de 200 agentes y muchos recursos a devolver el golpe cazando a los responsables. Para el hombre al que temían incluso sus presidentes, aquello era un desafío inadmisible.
Pero tras 5 años, 400 sospechosos y 1.800 personas investigadas, el caso se cerró sin resolverse. No dejaron ni rastro. Nadie cantó, ni una pista sólida. Victoria total por KO.
Lo que ahora sabemos se lo debemos sobre todo a Betty Medsger, que dio la primicia en el Washington Post. Posteriormente, en 2014, escribió un libro sobre el caso, The Burglary, en el que descubrió el nombre de algunos participantes.

De las 8 personas que integraban el ‘comando’, todavía se desconocen algunas identidades. Sí salieron a la luz, hace años, los de John y Bonnie Raines, profesor de teología él y directora de un centro de día ella. Matrimonio con hijos en aquellos años y miembros conocidos de los ambientes universitarios.
Y el de Keith Forsyth, estudiante y taxista, que estuvo semanas entrenando para abrir cerraduras, su misión en el robo. Como veremos, no sirvió de mucho.
También participó en el asalto otro estudiante, Bob Williamson. Y el último nombre en salir a la luz fue el de Judi Feingold, la más joven del grupo. Tras el robo llamó a sus padres avisándoles de que iba a desaparecer y pasó muchos años ‘bajo el radar’ con una identidad falsa, yendo de un sitio para otro con lo que le cabía en una mochila.

William C. Davidon
Y para el final, el líder del grupo y cerebro del asalto, William Davidon, un profesor universitario asiduo de las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Davidon murió en 2013, un año antes de que su nombre y el resto de detalles salieran a la luz en el libro de Medsger.
Davidon poseía una mente brillante. Catedrático de Física y Matemáticas en el Haverford College desde 1961 era asiduo a las protestas contra la guerra de Vietnam. Es a principios de los 60 cuando empieza su activismo por la paz y contra las armas nucleares.

También simpatiza con el movimiento por los derechos civiles, y participa, por ejemplo, en la famosa marcha de Selma a Montgomery, en Alabama. Le arrestan por primera vez en 1965 por repartir folletos contra la construcción de helicópteros y llega a viajar con un grupo de pacifistas a Saigón en 1966. Es arrestado de nuevo en 1970 por otra protesta contra las armas químicas y nucleares ante el Pentágono.
Dando un paso más, interviene en sentadas ante las oficinas donde se reclutan soldados para Vietnam. Se le involucra en un caso en el que el asalto a la oficina va acompañado de la destrucción de las listas de reclutamiento, intentado así dificultar el flujo de soldados a la guerra. Obviamente es una acción ilegal pero nadie fue procesado. Por diversas circunstancias, incluyendo, no se lo pierdan, que algunos de los implicados eran infiltrados del FBI.
Se dice que esa experiencia es la que lleva a Davidon a proponer y diseñar una operación para asaltar una oficina del FBI. Quería probar lo que era un secreto a voces: la guerra sucia del FBI de Hoover contra los movimientos antimilitaristas y, en general, cualquier grupo izquierdista. Lo de la mafia no le preocupaba tanto al bueno de Hoover.
En una sociedad que confiaba en su sistema político era difícil de creer que su propio gobierno los persiguiera por sus ideas . “No había más que una forma de convencer a la gente de que era verdad, y era obtener los documentos escritos de su puño y letra”, en palabras de uno de los participantes en el asalto.

El robo
El primer plan era asaltar la sede del FBI en Filadelfia, pero pronto vieron que estaba demasiado protegida, era una misión imposible. Y se fijaron en la pequeña sede de Media, a unos 30 kilómetros de Filadelfia. El único problema era si en esa pequeña sede encontrarían la información que buscaban. Decidieron arriesgarse.

Estuvieron durante semanas vigilando el lugar, anotando todas las rutinas y movimientos de los agentes y llegaron a la conclusión de que esta vez sí podían hacerlo. Incluso Bonnie Raines entró a inspeccionar la sede con la excusa de ser una joven universitaria en busca de trabajo en la agencia.
La noche del Combate del Siglo, el 8 de marzo, con todo el mundo viéndolo en la tele, era el momento ideal. Forsyth era el encargado de abrir la puerta, pero se encontró con una cerradura inesperada. Tras un momento de confusión, no se dejaron llevar por el pánico y probaron en una puerta lateral. Para su sorpresa, apenas tenía una cerradura común que pudo reventar haciendo palanca.
Rápidamente metieron en unas maletas todos los papeles que les parecieron interesantes y salieron pitando de allí. Nadie les vio. Se recluyeron en una granja solitaria y durante 10 días examinaron los documentos.

La primera parte había sido un éxito, allí estaban las pruebas que buscaban. Ahora tenían que conseguir que se publicaran.
La noticia
Hicieron fotocopias (el FBI investigó posteriormente más de 4.000 copiadoras Xerox, sin resultado) y mandaron paquetes a distintos medios. El 23 de marzo de 1971, la periodista Betty Medsger encuentra un gran sobre marrón en su buzón del diario Washington Post. Viene de Media, Pensilvania, y el remitente es una desconocida “Comisión Ciudadana para Investigar al FBI”.

El primer archivo atrapa su atención. En él lee que el FBI tiene como una de sus metas crear un estado paranoico en los círculos políticos alternativos al gobierno que les llevara a pensar que había “un agente del FBI detrás de cada buzón de correo”. Los siguientes documentos hablan del seguimiento a estudiantes y líderes negros comprometidos con la igualdad racial.
Una hora después de leer los informes, Medsger confirmó con el FBI que eran documentos auténticos robados de una de sus oficinas. Por la la tarde ya tenía escrito el artículo, que esperaba sobre la mesa de la mítica dueña del Post, Katharine Graham.
En principio, tanto ella como el editor, Ben Bradlee y el asesor legal del diario están contra su publicación. Estaban recibiendo presiones del Fiscal General, John N. Mitchell, para evitar que se publicara el artículo.
El argumento tal vez les suene: sería un peligro para la seguridad nacional, munición para los enemigos de la nación y pondría en peligro vidas americanas. Pero en aquel diario mandaba la señora Graham y no el consejo de administración de un banco, así que tras arduas deliberaciones se impuso el interés de los lectores y a las 10 de la noche se decidió publicarlo. Las ilegales actividades del señor Hoover y sus muchachos quedaron a la vista de todo el país.
COINTELPRO
Así el público estadounidense se quedo atónito al enterarse de qué era COINTELPRO (Counter Intelligence Program), un programa secreto del FBI contra organizaciones radicales, desde el Ku Klux Klan a los grupos pacifistas (radicales terroristas antisistema, en lenguaje actual).
Se trataba de «exponer, desbaratar, descarriar, desacreditar o de lo contrario neutralizar» a dichas organizaciones y sus líderes. Para ello usarían todos los medios, legales e ilegales, a su alcance. La practica más usual era infiltrase y dividir dichos movimientos, desacreditarlos mediante noticias falsas, muchas veces suplantando la identidad de dichas organizaciones. También usaban el chantaje, la coacción e incluso la violencia física: asaltos y palizas contra sus “enemigos”.

Entre los casos encontrados hallaron documentación sobre el chantaje del FBI a Martin Luther King. Le presionaban para que abandonara su actividad a cambio de no revelar sus infidelidades amorosas. E incluso pretendían incitarle al suicidio. Como saben, al final no se suicidó.
El resultado de todo el escándalo fue el cierre oficial de COINTELPRO y la puesta en marcha de una serie de medidas para controlar un poco más al FBI y evitar que se siguieran saltando las leyes que protegen los derechos civiles de los estadounidenses. Papel mojado, claro, como nos muestra el caso Snowden, entre otros.
Eso sí, Davidon y su equipo demostraron que el FBI de Hoover no era intocable y su pequeña gran victoria en favor de la información no se la quita nadie.
Desde aquí mi pequeño homenaje.