En 1932 el ejército de Australia inicia una guerra que espera ganar de forma fulgurante. El enemigo, totalmente indefenso, sin capacidad de respuesta, no es tal. Sobre el papel es una medalla fácil que se convertiría en un éxito de propaganda. Las siguientes generaciones hablarían de la Guerra del Emú.
Y así ha sido, pero no en el sentido que se buscaba. El supuesto enemigo, que ni sabía que lo era, no resultó tan indefenso, sino mucho más hábil de lo estimado. El resultado fue una de las derrotas más bochornosas de la corta historia del ejército de australiano.
El enemigo, por cierto, era el bicho que tienen en portada, el emú. Y su victoria fue total. Tanto, que no solo sobrevivió a su ejército, sino que ahora figura, todo chulo él, en el escudo de Australia.