Otto y Elise Hampel se tenían el uno al otro y poco más. Estaban siempre alerta, completamente solos en una gran ciudad. Cada día se cruzaban con cientos de personas, todas potencialmente hostiles. El nazismo había convertido su barrio de Berlín en terreno enemigo y ellos vivían disimulando, un día tras otro.
Tal vez les pesaba su soledad y por eso escribían mensajes anónimos, con la ingenua esperanza de levantar la venda que impedía a sus vecinos ver que el rey estaba desnudo. Y así no estar tan solos. Sus motivos profundos probablemente no los sabremos nunca. Sus únicos testimonios fueron fruto de los hábiles interrogatorios de la Gestapo, con lo que no son muy fiables.
El crimen de Otto y Elise Hampel fue de “alta traición“ por “socavar la moral militar”, en sentencia del 22 de enero de 1943. Desde septiembre de 1940 hasta el otoño de 1942, este matrimonio humilde con estudios básicos se opuso activamente, en solitario, al régimen nazi.
En el corazón de la bestia. Durante dos años, nada menos.