En 1939 Franciszek –Franz– Honiok tenía 43 años y vivía en Silesia, una región fronteriza entre Alemania y Polonia. El peor lugar en el peor momento.
Franz no era militar ni político sino un campesino de ascendencia polaca que vivía en la Silesia alemana y que había participado en algunos actos en favor de Polonia, lo que le había llevado a probar cómo se las gastaba la Gestapo. No era necesario hacer gran cosa para acabar en el radar de la Gestapo. Honiok no era sino uno más de los miles de presos encarcelados por los nazis por su origen o ideología.
Pero Franz iba a ser recordado años después. Sin comerlo ni beberlo, por un atropello del destino, Franciszek Honiok se iba a convertir en la primera víctima de la Segunda Guerra Mundial.