La tecnología no es neutral. Parte II

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Un poco de McLuhan para seguir

A todo esto, Neil Postman (1931-2003), profesor, sociólogo y crítico cultural estadounidense fue discípulo de Marshall McLuhan (1911-1980) en la Universidad de Columbia. Y eso se nota.

Por cierto, inciso. Si queréis ver a McLuhan aquí lo tenéis en acción. McLuhan sale al final pero vale la pena verlo entero.

Yo también salgo, soy el pesao que sabe tanto sobre McLuhan.

Pero sigamos con las cosas serias.

Así que antes de desarrollar las ideas de Postman en su libro Divertirse hasta morir, el discurso público en la era de la televisión, creo que es necesario pararse un segundo en un par de ideas de McLuhan que en su día fueron revolucionarias y que me parece que nos aclaran muy bien dónde estamos metidos.

La comprensión de los medios como extensiones del hombre. Cuando en la facultad me hicieron comprar el libro (bueno, una versión fotocopiada -me apuesto un dedo a que la Sinde también lo ha hecho) sólo ver el título fotocopiado, en blanco y negro sin dibujitos ni nada, me provocó dolor de cabeza. Y era un poco farragoso, cierto, pero tenía esos momentos en los que un libro añade un nuevo color en tu visión de las cosas. Pasa pocas veces, pero a partir de ese momento las mismas cosas se ven diferentes, con más cuerpo, más nítidas. Es una ventana que se abre, ventila tu mente y alumbra una esquinita que estaba en sombra pero que encaja perfectamente con los muebles que ya tenías.

En primer lugar él veía los avances tecnológicos como extensiones de las capacidades humanas. Allí donde el hombre no llegaba inventaba un artilugio para hacerlo. Así el arco era un extensión del brazo, las balas serían nuestras garras o dientes, o la rueda una extensión de las piernas. La televisión (ahora un simple móvil o internet) son nuestros ojos y nuestros oídos, que alcanzan el mundo entero. Todo eso va más allá del hecho práctico en sí. Nuestra idea del tiempo y el espacio cambian completamente. No se si podemos imaginar cómo sentían el tiempo y el espacio las personas que vivían en la antigua Roma, o en la Inglaterra victoriana; pero seguro que no era igual que ahora.

Esta idea nos lleva, a la vez, a otros dos conceptos mchluhianos que se hicieron muy famosos: la aldea global y el medio es el mensaje.

La aldea global

McLuhan opina que debido al gran desarrollo de los medios de comunicación físicos y sobre todo electrónicos, el mundo se ha convertido en una aldea. El telégrafo, la radio y la televisión, en palabras de McLuhan:

Han prolongando nuestro propio sistema nervioso central en un alcance total, aboliendo tanto el espacio como el tiempo en cuanto se refiere a nuestro planeta.

 

Así todos estamos interrelacionados y todos formamos parte de la misma aldea, nos influimos unos a otros y nos comunicamos de una manera instantánea. La televisión -el paradigma de esta era- sería el ‘cuentacuentos’ de la aldea . Porque Mcluhan utiliza la imagen de la aldea no solo para describir esa restricción del espacio y el tiempo. La usa también porque con la ‘era electrónica’  se pasa de un modo de comunicación escrito -más secuencial y lógico- a una nueva era donde el audiovisual se convierte en el rey, con la carga emotiva que lleva implícita. Sobre esta idea seguiremos más adelante.

El nacimiento de Internet creo que, en líneas generales, ha potenciado esa inmediatez abolición del espacio y el tiempo, aunque la multiplicación de emisores puede eliminar la labor del ‘cuentacuentos’ y puede generar cambios que serían motivo de otro artículo y que ni siquiera hoy día están claros, ya que es un fenómeno que acaba de nacer.

El medio es el mensaje

En resumen, lo que viene a decir McLuhan es que la simple aparición de un nuevo medio supone a su vez, y de forma inexorable, la aparición de un mensaje de cambio, independientemente de qué contenidos incluya ese nuevo medio. De hecho, el contenido es lo de menos y mucha veces sólo nos distrae del efecto real. Debido a la aparición de esas nuevas técnicas se producen una serie de consecuencias personales y sociales. De eso se deduce que la tecnología no es algo neutro, ya que condiciona nuestra vida en todos los sentidos, incluso nuestra manera de entender el mundo. Por poner dos ejemplos ilustrativos (y no relacionados con lo que estrictamente conocemos como medios de comunicación) podríamos mencionar el reloj y las gafas.

El reloj supone una revolución en la manera de entender el tiempo y, por tanto, en la manera  de distribuir nuestro tiempo. Ya no son tan importantes el sol y las estaciones, ahora el mundo se divide en horas, minutos y segundos. Somos más dueños del tiempo y nos separamos un poquito más de la naturaleza y sus leyes.

El caso de las gafas es similar: su invención en el s. XII no sólo supone la mejora de una vista defectuosa, sino que sugiere la idea de que los humanos no tienen por qué aceptar como definitivos los dones de la naturaleza o dios. La misma idea tendríamos en la cirugía estética o en los avances en genética de nuestro tiempo.

Por tanto, en cada herramienta que aparece hay implícita una idea que va más allá  de la función de la cosa en sí. Una vez que esa nueva herramienta aparece y es aceptada ya no hay vuelta atrás (lo siento Sinde). Además, la nueva herramienta trae su propia lógica y no conoce de moral o de buenos y malos usos. En otras palabras: Internet es muy útil para la ciencia, tanto para la medicina como para la industria de armamento. Ya no se puede desenchufar, así que los efectos perversos de la Red se deben combatir con la propia Red. O eso o cortamos la corriente y volvemos al siglo XVII.

Igual que no es importante qué lleven dentro los primeros coches, sino la aparición del coche, tampoco es importante qué contenidos tenga la televisión o Internet. Lo que cambia nuestra sociedad es la aparición del nuevo medio, que viene con nuevas reglas para las sociedades que lo aceptan o que, simplemente, son invadidas por él.

Hasta aquí McLuhan. El próximo capítulo sigue Postman.

2 comentarios sobre “La tecnología no es neutral. Parte II”

  1. Interesantisimo, caray. A mi me parece, no obstante, queestamos limitados, como siempre, por nuestro cuerpo. Me explico: si miramos un concierto en directo en China gracias a la red, perdemos consciencia del espacio y del tiempo, pero ¿nos parecerá una tontería ridiculamente facil correr una maratón? No. Nuestro cuerpo lo sabe. Por tanto, lo que se consigue con la tecnología es una ilusión controlada. Hablas de las leyes naturales y el tiempo…todos sabemos lo lento que transcurre éste cuando esperamos algo. Y el reloj se convierte en un trasto inutil.

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