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Paulin Gagné, el hombre que se quería comer el mundo

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Ante una crisis tan aguda todos debemos arrimar el hombro, poner nuestro granito de arena.  Lo primero es lanzar ideas para solucionarla. Yo voy a aportar una: comámonos a los viejos. A grandes males, grandes remedios. Ojo, la solución no es mía, es de Paulin Gagné.

Paulin Etienne Gagné (1808-1876) fue abogado, periodista, político y, ante todo, un excéntrico francés promotor de lo que llamó la filoantropofagia. Dicha teoría dice que en un acto de fraternité llevada al extremo deberíamos, al llegar a los 60 años, dejarnos comer por los demás.
Pero Gagné no era de esos que predican rebajar el despido atrincherados en contratos blindados, tenía más vergüenza que eso. Lo suyo era un “marchemos todos, y yo el primero, por la senda de la filoantropofagia”: cuando lanzó la idea él ya tenía más de 60 años y se ofrecía voluntario.

Constitución filantropofágica

Pongamos a Gagné en contexto. Él es hijo de las ideas de la revolución francesa  y del socialismo utópico. Una especie de Marx devorado por la personalidad de Dalí. Sus ideas, en modo delirante, giran sobre la búsqueda del bien común.
Esa es la intención de su “Constitución filantropofágica”, publicada en el diario l’Unité a raíz de la hambruna de Argelia en 1868. Allí habla de “sacrificios salvadores” que permitirían comerse los unos a los otros, siempre que el alimento fueran mayores de 60 años. Así se solucionaba el hambre y el problema de las pensiones de una tacada.
Ni repago, ni pensiones ni leches. “Los ancianos no son útiles ni ornamentales, y para probarlo estoy dispuesto a ofrecerme como comida para mis sublimes y sufridos conciudadanos«. Todo se haría dentro de un orden. El que no quisiera morir podría donar un brazo o una pierna. Su consigna: el amor del hombre por el hombre dado en alimento.

Gagné abogado y poeta

Gagné ya había adquirido cierta notoriedad como abogado y poeta. Al estallar la revolución de 1848 es elegido por sus conciudadanos de Motelimar, su pueblo natal, miembro del consejo municipal, teniente de alcalde y decano del consejo de abogados de la ciudad. Con su traje azul de botones dorados, su chaleco blanco, su gorro a lo Bolívar, su larga cabellera rizada y su espesa barba era una presencia imponente.

Paulin Gagné y su versión de La Marsellesa
Gagné no paraba, también inventó una nueva letra para La Marsellesa

A sus aficiones políticas une su trabajo literario, al que se entrega con afán. Fue periodista, participando en la creación de varios periódicos. Entre ellos destaca la dirección de una revista titulada Unión del mundo visible e invisible, dedicada a la publicación de temas sobrenaturales.
Tiene una obra literaria inmensa, dicho esto en sentido estricto. Su poema “El Suicidio” tiene 3.000 versos. Huelgan comentarios.
Durante tres años se enfrascó en la creación de L’Unitéide, su obra más monumental y probablemente el poema más largo de la historia. 725 páginas con 25.000 versos que anuncian la llegada de la Mujer-Mesías y  la regeneración de la humanidad. Un tipo ambicioso. Se ha dicho de ella que es  la aglomeración más extraña de palabras fantásticas y de los versos más absurdos que pueda inventar la mente humana”.

Gagné lingüista, la monopanglotte

Hombre de inquietudes multidisciplinares también se lanzó a la creación de una nueva lengua que acabara con la maldición de Babel. En aquella época era una idea que llenaba las pistas de baile en los círculos más progresistas: el esperanto data de 1887. Gagné se adelantó y en 1843 proclamó el monopangloto (Monopanglotte).
El proyecto era crear una lengua franca universal. Para ello escogió palabras de 20 lenguas diferentes (francés, inglés, español, árabe, hebreo, chino, etc.) que se repartirían siguiendo la proporción del número de hablantes de cada una de ellas. Ante tamaño desafío el resultado era previsible: el fracaso. Nadie, ni siquiera él mismo, llegó a hablar nunca el monopanglotto.

Comuna de París

Abandonado  el monopangloto, sigue promoviendo la filoantropofagia, que encuentra otro momento de auge durante la Comuna de París de 1871. Ante el sitio al que se ve sometido París por las tropas prusianas, Gagné propone merendarse a todos los periodistas y los ancianos, ofreciéndose él el primero, como miembro de ambos colectivos. Pretende transformar la Place de la Concorde en “un gran templo universal de la filoantropofagia”.
Unos dicen que toda la actividad del bueno de Paulin no era más que una enorme burla de sí mismo y que se lo pasaba en grande provocando. Otros, que todo lo hacía por adquirir notoriedad. No se puede negar que inventiva y ganas de promover soluciones no le faltaban.
En un mundo de discurso monocorde interesado y bien pagado tal vez falten más gagnés, luego ya se cribará el trigo de la paja. La verdad es que no acabo de ver la Puerta del Sol como templo universal de la filoantropofagia, pero tal como están las cosas, nunca se sabe.
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